sábado, 17 de diciembre de 2011

Insignificancias de la vida: CARPE DIEM

Bailar bajo la lluvia,
correr descalzo,
gritar sin que nadie oiga
palabrotas entre relámpagos.

Abrazar a alguien querido,
llorar desconsolado,
componer una sonata,
no saber si serás amado.

Disfrutar de una canción,
tomar a tu padre de la mano,
emprender un viaje infinito
olvidando el calendario.

Ver en otros ojos tu reflejo,
notar a la sociedad cambiando,
no traspasar el borde del precipicio
porque tu hermano te está sujetando.

Acurrucar a tu hijo,
enmendar un pasado amargo,
tomar decisiones propias
sabiendo las consecuencias de tus actos.

Son cosas insignificantes
pero que valen la pena,
pues amigos ved que ella anhela,
sabed que la muerte espera.

Que debéis aprovechar el tiempo,
ese que sin alas vuela,
que se escapa aunque no queramos
como un suspiro entre rejas.

Porque un día despertaréis,
sabiendo que vida no os queda,
que queréis correr con fuerza
y ya vais en silla de ruedas.

Que os queréis peinar
y no tenéis pelos en la cabeza,
que asombrados os miráis
porque no queda ni pelo en las cejas.

Que intentáis saltar,
tan alto como se pueda;
que sólo subís dos palmos,
y no tocáis las estrellas.

Descubriréis que no aprovechasteis
esa oportunidad pasajera,
de vivir como nunca una vida,
de vivir una vida plena.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Diario de un cabrón nazi

Siete de la mañana
su despertador suena,
se levanta de la cama;
rapada está su cabeza.

Se enfunda sus botas
color fuerte negras,
también su chándal;
ya huele a tormenta.

Camina por el pasillo
hacia el cuarto de baño
pues antes de actuar,
necesita lavarse las manos.

Se pasa por la cocina,
necesita un arma,
el habla no le sirve ;
ni para cubrirle las espaldas.

Un palo de madera
para la ocasión ha sido elegido,
lo arrastra sólo;
pues solo va por el pasillo.

Sale a la calle
y el cielo está negro,
no alcanza a pegarle;
se siente pequeño.

Se mete en su coche,
¡cómo no, un coche negro!
parece una caja,
la caja de un muerto.

No se anda con rodeos,
el descerebrado va directo,
se mete en una cancha,
donde negros juegan a baloncesto.

Lleva el palo,
cogido con fuerza,
el puño americano
adornando su muñeca.

Los chicos lo veían,
huían despavoridos,
corrían todos;
corrían como poseídos.

Uno tropieza
llora desconsolado,
la muerte le acecha;
el otro adelanta pasos.

El niño llora,
mientras le golpea con el palo,
vaya un hijo de puta,
vaya un descerebrado.

Pobre niño
pobre muchacho,
la policía corre
tras el cabrón rapado.

Ya está al fin,
lo han atrapado,
aunque debería estar muerto;
y no encerrado.

Rimas entre paredes

Apresado estoy,
custodiado por cadenas,
llorado tristemente,
ahogando mis penas.

El suelo está frío,
lo noto al mirar las estrellas,
tumbado en el suelo,
mi espalda calienta las piedras.

Preso y vigilado,
por dos jóvenes centinelas,
que conforman mi familia,
junto con la luna y las estrellas.

Un hombre armado entró,
en mi casa a robarme tierras,
y yo defendí a mi familia,
con espada presta.

Ahora estoy aquí,
encerrado entre piedras,
añorando a mi esposa,
mis hijos y mi cerca.

Ni siquiera sé,
si moriré mañana;
si será aquí,
o si será en la plaza.

Puede que sea en la horca,
o de un golpe de azada;
desde el típico ahogamiento,
hasta el corte de hacha.

Lo peor que ocurrirá
será ver a mi amada,
llorando sola,
en esa triste plaza.

Rezo a dios,
para que no ocurra nada,
porque entonces;
en dos se partirá mi alma.

“Porque no hace falta decirlo”


Por tu sencillez despechada
por tu amor con deseo,
por esas noches que marcan
sin querer el cuerpo.
Porque está implícito
no hay nada más que verlo
es absurdo que lo diga,
lo sabes, te quiero.

Por la forma en que me miras,
sin ápice de recelo,
me analizas, me encanta,
me llena por dentro.
Hace que me pregunte
dónde está mi sueño;
está aquí a tu lado,
lo sabes, te quiero.

Por tu sonrisa de niña
dulce como el caramelo,
por tu suave movimiento
que derrite el acero,
por esa forma que tienes
de contemplar el cielo,
para mí eres más que eso,
lo sabes, te quiero.

Ese susurro cálido,
que me abandona en brazos de Morfeo,
esos paralizantes labios
tan bellos y tiernos,
me rescatan con fuerza
de los pozos del infierno
incluso allí gritaré
que lo sabes, te quiero.

Esas manos delicadas
dignas de algún cuento,
te meten sin más remedio
en un mundo de ensueño.
Te recorren palmo a palmo,
ya conocen todo tu cuerpo
son silenciosas testigos de
que lo sabes, te quiero.

No quiero que me queden
sentimientos en el tintero,
que por todo esto vivo,
que por ti muero,
que quiero decir con voz clara
gritando al mundo entero
algo que sólo tú sabes;
TE QUIERO.